GARCÍA MÁRQUEZ, en un libro
Si aún no se está en sazón o en situación para leer los Cien años de soledad, en tanto llega este momento o por si nunca llega, o para prepararlo aún mejor, conviene empezar a leer a Gabriel García Márquez por su libro Doce cuentos peregrinos. (Nótese la ausencia del cursi «relato»).
Los mejores de la docena son: «El avión de la bella durmiente», «La santa», «María dos Prazeres», o «La luz es como el agua». Pero ninguno tan fabuloso como «El verano feliz de la señora Forbes». Desde hace más de veinte años planteamos a los alumnos que lo leen, incluso a los extraños que en el metro lo van leyendo, la misma pregunta, que luego lleva a otras dos, acerca del desenlace de este cuento en el que Grecia, Colombia, Italia, Alemania y la infancia pasan unos días de verano sin padres, asilvestradas, juntas y revueltas.
Como el que no quiere la cosa, el autor deja caer estas líneas: «La decisión de contratar una institutriz alemana solo podía ocurrírsele a mi padre, que era un escritor del caribe con más ínfulas que talento. Deslumbrado por las cenizas de las glorias de Europa, siempre pareció demasiado ansioso por hacerse perdonar su origen, tanto en los libros como en la vida real, y se había impuesto la fantasía de que no quedara en sus hijos ningún vestigio de su propio pasado». Pero «por la tarde, de regreso a casa, encontramos una enorme serpiente de mar clavada por el cuello en el marco de la puerta, y era negra y fosforescente y parecía un maleficio de gitanos, con los ojos todavía vivos y los dientes de serrucho en las mandíbulas despernancadas. Yo andaba entonces por los nueve años, y sentí un terror tan intenso ante aquella aparición de delirio, que se me cerró la voz…»