BAROJA, en un libro

Aunque en los colegios en los que aún se lee algo que merezca la pena, se sigan empeñando en mandar leer a los alumnos El árbol de la ciencia - que es una de las obras más aburridas de don Pío Baroja, cuando él no lo es, una de las que se ha quedado más vieja -, la novela más apropiada para empezar a leerlo cuando se es joven es un libro que son tres, la trilogía de La lucha por la vida, compuesta de: La busca, Mala hierba, y Aurora roja.

Manuel llega al Madrid de 1902, los años en que empieza a despertar la bestia del anarquismo; se va a vivir con su madre que trabaja de criada para todo en una pensión porque la familia lo perdió todo unos años antes, y Manuel no vale para estudiar. En los corralones madrileños «había todos los grados y matices de la miseria: desde la heroica, vestida con el harapo limpio y decente, hasta la más nauseabunda y repulsiva». Manuel se encuentra con Roberto, un chico muy distinto a él, que hace observaciones como estas: «¿Te has fijado? iQué pocas caras humanas hay entre los hombres! (...) Es curioso, ¿verdad? Todos los gatos tienen cara de gatos, todos los bueyes tienen cara de bueyes tienen cara de bueyes; en cambio, la mayoría de los hombres no tienen cara de hombres». Roberto busca su fortuna familiar; Manuel busca una salida, un camino; y «la busca» es la actividad de los que rebuscan entre la chatarra y los trastos viejos. Manuel mira a una chica «con una mirada humilde llena de entusiasmo». «¡Anarquía! ¡Literatura! Manuel encontraba una relación entre estas dos cosas, pero no sabía cuál».

Nos acordamos de unas palabras de Rubén Darío: «Hace falta siempre a la creación el tiempo perdido en destruir». Todo esto pasaba en el madrileño barrio de Chamberí a comienzos del siglo XX.